lunes, 1 de febrero de 2010

Ética y responsabilidad

A propósito de la malhadada (por decir lo menos), actuación del Fiscal General y sus obsecuentes en el caso del accidente en el que se vio implicada la cónyuge del primero, Aliz Borja, y en el que lamentablemente murió Natalia Emme; y de la costumbre presidencial de perseguir a todo aquel que insulte su “majestad”, quiero poner a su consideración las siguientes reflexiones de Simón Pachano, sobre la relación entre ética y poder, donde la primera siempre queda de lado a favor del segundo:

“Ética y responsabilidad *

Simón Pachano

No le va bien a la ética en su relación con el poder. Para muestra dos botones. El primero se encuentra en la disposición mostrada por el Fiscal General para mantenerse en el cargo a pesar del evidente conflicto de intereses en que se encuentra inmerso. Su respuesta a la sugerencia de renuncia que le hizo la Asamblea es lo que en el lenguaje diario se llama leguleyada y demuestra que le importa un pepino el carácter ético del problema en que está metido. Plantearlo como un tema legal, como un asunto de facultades y atribuciones, equivale a buscar la impunidad, porque la función que desempeña le da una posición privilegiada en el manejo de los instrumentos y los procedimientos que se requieren para la realización del proceso en que está involucrado indirectamente.

Lo que procedía era la renuncia inmediata, pero en lugar de ella el país se desayunó con el comunicado de los fiscales y empleados de esa dependencia, en donde se anuncia a los cuatro vientos el resultado final. El mensaje es claro: Natalia Emme será encontrada culpable de su propia muerte porque era colombiana y porque hablaba por un teléfono celular que registra la última comunicación alrededor de una hora antes del accidente.

Con algo que puede interpretarse como cinismo, el jefe de los firmantes anuncia el inicio de las investigaciones para determinar si es procedente sancionarlos por la incondicional manifestación de apoyo a él mismo. Si eso llegara a prosperar –algo más que improbable–, la cuerda se habrá roto por la parte más débil. Si, por el contrario, no pasa de las declaraciones altisonantes a las que es tan afecto el atildado personaje, se habrá sentado el precedente del espíritu de cuerpo para la solución de los problemas que involucran a individuos poderosos. En ambos casos, la justicia y la ética habrán quedado por los suelos. Por ello, queda como única solución el juicio político, que debe realizarse no solo ni principalmente por razones jurídicas, sino por un imperativo ético.

El segundo botón lo puso el Presidente al perseguir desaforadamente a un ciudadano que manifestó su desagrado hacia la gestión gubernamental y al disculparse por errores ajenos y no por los propios. La primera acción –la carrera para identificar y atrapar al autor del gesto que indignó al mandatario– constituye la mejor manera de irrespetar la tan reiterada majestad del cargo. Esa majestad descendió al nivel del peleón de barrio que personaliza los problemas y los soluciona por medio del puñetazo. El contenido de intolerancia y de excesos en el ejercicio del poder que encierra esa acción (frente a un ciudadano de a pie que está en condición de absoluta inferioridad) está reñido con la ética que requiere el ejercicio de una función pública. La segunda acción –atribuir a los policías el abuso en el uso de la fuerza sin considerar los efectos de su propia actuación– es evadir la obligación de hacerse cargo de su propia responsabilidad.

Malos tiempos para la ética y la responsabilidad.”

* Tomado de http://www.eluniverso.com/ el lunes 01 de febrero del 2010

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