Arturo Moscoso Moreno*
analisis@hoy.com.ec
Como sabemos, el desempeño de los partidos políticos en el Ecuador desde la transición a la democracia fue mediocre. No supieron cumplir su papel de facilitadores de la gobernabilidad democrática y, en lugar de crear lazos con la sociedad, se transformaron en máquinas electorales sostenidas en prácticas clientelares y en cacicazgos regionales, constituyéndose además en herramientas de los grupos de presión. La desconfianza y el descontento generados en la sociedad por su comportamiento supieron ser capitalizados por Alianza País a través de un fuerte discurso antipartidista y, en las elecciones de 2006, se produjo la virtual desaparición del sistema de partidos ecuatoriano.
Sin embargo, es necesario recordar que la existencia de los partidos políticos es fundamental para la democracia. Estos juegan un papel esencial para la integración del Gobierno y de las instituciones de representación. Son actores principales en la formación de opinión pública y ofrecen a los ciudadanos diferentes opciones de proyectos y programas políticos. Además de que permiten la alternabilidad, tan necesaria en un régimen democrático.
Desde esa perspectiva y dado que, por un lado, lo que se tiene en Alianza País es un movimiento marcadamente caudillista que no admite otros liderazgos; y que, por el otro lado, se tiene una oposición compuesta de los restos de los desaparecidos partidos, que no acierta a articularse en una alternativa cuyos alcances vayan más allá de las ambiciones personales y de los proyectos de corto plazo, se hace necesario que se comience con la edificación de partidos orientados a cumplir con su importante papel, que se conviertan en un puente entre la sociedad y el Estado, que mejoren la calidad de la representación y que eviten la aparición de líderes populistas o caudillos que tanto daño hacen a la democracia y que, sobre todo, reivindiquen el respeto irrestricto a los derechos humanos y, en especial, a la libertad de expresión.
En esa línea, en los últimos días, se está promoviendo una nueva alternativa de organización denominada La Concertación, que, en palabras de su vocero, Juan Carlos Solines, es una opción que pretende la construcción de una agrupación política que aglutine a amplios sectores, tanto del centro como de la centro izquierda y la centro derecha, que, frente al ataque constante a las libertades, se sienten huérfanas de representación, a fin de que se unan en torno de los grandes principios de la democracia y no de un candidato. Esperemos que esta iniciativa llegue a concretarse y que, por el bien del país, se configure en un movimiento que vaya más allá de los intereses personales o grupales, cimentándose alrededor, no de nombres, sino de principios, derechos y deberes, a fin de que pueda cumplir su verdadero rol en la democracia.
*Invitado de HOY
analisis@hoy.com.ec
Como sabemos, el desempeño de los partidos políticos en el Ecuador desde la transición a la democracia fue mediocre. No supieron cumplir su papel de facilitadores de la gobernabilidad democrática y, en lugar de crear lazos con la sociedad, se transformaron en máquinas electorales sostenidas en prácticas clientelares y en cacicazgos regionales, constituyéndose además en herramientas de los grupos de presión. La desconfianza y el descontento generados en la sociedad por su comportamiento supieron ser capitalizados por Alianza País a través de un fuerte discurso antipartidista y, en las elecciones de 2006, se produjo la virtual desaparición del sistema de partidos ecuatoriano.
Sin embargo, es necesario recordar que la existencia de los partidos políticos es fundamental para la democracia. Estos juegan un papel esencial para la integración del Gobierno y de las instituciones de representación. Son actores principales en la formación de opinión pública y ofrecen a los ciudadanos diferentes opciones de proyectos y programas políticos. Además de que permiten la alternabilidad, tan necesaria en un régimen democrático.
Desde esa perspectiva y dado que, por un lado, lo que se tiene en Alianza País es un movimiento marcadamente caudillista que no admite otros liderazgos; y que, por el otro lado, se tiene una oposición compuesta de los restos de los desaparecidos partidos, que no acierta a articularse en una alternativa cuyos alcances vayan más allá de las ambiciones personales y de los proyectos de corto plazo, se hace necesario que se comience con la edificación de partidos orientados a cumplir con su importante papel, que se conviertan en un puente entre la sociedad y el Estado, que mejoren la calidad de la representación y que eviten la aparición de líderes populistas o caudillos que tanto daño hacen a la democracia y que, sobre todo, reivindiquen el respeto irrestricto a los derechos humanos y, en especial, a la libertad de expresión.
En esa línea, en los últimos días, se está promoviendo una nueva alternativa de organización denominada La Concertación, que, en palabras de su vocero, Juan Carlos Solines, es una opción que pretende la construcción de una agrupación política que aglutine a amplios sectores, tanto del centro como de la centro izquierda y la centro derecha, que, frente al ataque constante a las libertades, se sienten huérfanas de representación, a fin de que se unan en torno de los grandes principios de la democracia y no de un candidato. Esperemos que esta iniciativa llegue a concretarse y que, por el bien del país, se configure en un movimiento que vaya más allá de los intereses personales o grupales, cimentándose alrededor, no de nombres, sino de principios, derechos y deberes, a fin de que pueda cumplir su verdadero rol en la democracia.
*Invitado de HOY
* Tomado de Diario Hoy de 25-09-2011: