En 1998 se publicó un interesante libro, un tanto desconocido en Ecuador, llamado “Executive Decree Authority”, editado por los politólogos norteamericanos John M. Carey y Matthew Soberg Shugart, en el que recopilan varios artículos académicos sobre la formulación de políticas públicas y la aprobación de leyes a través del uso y abuso de los decretos ejecutivos por parte de los Presidentes en varios países, entre los cuales se incluyen Argentina bajo el gobierno de Menem y Perú bajo el gobierno de Fujimori, aunque tocan también, referencialmente, a otros países sudamericanos como Colombia, Bolivia y Ecuador.
La tesis que hasta ese momento se manejaba en cuanto al abuso de los decretos por parte del Ejecutivo para imponer leyes y políticas públicas era que el diseño institucional del sistema presidencial permitía a un Ejecutivo fuerte, generalmente controlado por un solo partido, usurpar el poder del Legislativo, marginalizándolo y haciendo inefectivas las instituciones democráticas. Esta interpretación es la que, por ejemplo, utiliza O’Donnell en su concepto de “democracia delegativa”. Carey y Shugart van más allá y sostienen que no es únicamente el gran poder del Presidente el que le permite abusar de los decretos, sino también la inhabilidad del Legislativo de actuar coherentemente o, peor aún, su misma complicidad con el Ejecutivo al cederle su capacidad de formulación de políticas y leyes. Es decir que, en muchos casos, estos decretos son fruto de una delegación voluntaria de la autoridad del Legislativo al Ejecutivo, y, lo más curioso, al amparo del mismo diseño institucional y constitucional, a través de declaratorias de emergencia que no se revocaban y proyectos con carácter de urgente que, convenientemente, no eran tratados a tiempo. Esta fue la manera en que Menem y Fujimori pudieron implementar la mayoría de las reformas neoliberales en sus países.
Esta forma de gobernar por decreto, conocida como “decretazo” en Argentina, que no hace si no debilitar la institucionalidad del Estado y la democracia, siendo característica de gobiernos autoritarios en todo el mundo, tiene plena vigencia en el Ecuador de hoy, en el que, al amparo de una constitución mal diseñada, que reforzó aún más el poder presidencial, el Ejecutivo, con la connivencia de un Legislativo sumiso y cómplice, ejecuta políticas públicas sin control ni fiscalización alguna y aprueba, a través de vetos, leyes franca y claramente violatorias de los derechos humanos, como son las reformas al Código de la Democracia, que de ésta solo le queda el nombre, a la que le seguirá con toda seguridad la Ley de Comunicación que los legisladores de Alianza País están fabricando entre gallos y medianoche, con la asesoría, claro, de esas mentes oscuras que pululan por la planta baja de Carondelet.
Por: Arturo Moscoso Moreno
* Tomado de Diario Hoy 29/01/2012: http://www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/el-decretazo-531509.html