En
2006, Felipe Calderón, recién posesionado como presidente de México, ante los
alarmantes índices de inseguridad que se vivían en ese país, le declaró la guerra
al narcotráfico, en la que involucró y privilegió la participación de las Fuerzas
Armadas, lo que ha provocado, según la Comisión de Derechos Humanos, Human
Rights Watch y otras organizaciones, un sinnúmero de violaciones a los derechos
humanos, como torturas, desapariciones forzosas y ejecuciones extrajudiciales, lo
que incluso llevó a la Comisión Permanente del Congreso a pedirle a Calderón
evitar su uso en esta lucha, petición de la que el Presidente hizo caso omiso, sosteniendo
que la participación de las Fuerzas Armadas generaban resultados positivos en
el combate en contra de los carteles mexicanos y de la inseguridad.
Esos
logros son destacados por la prestigiosa revista mexicana Nexos en un artículo
de 1 de octubre de 2010: Al cierre de 2009 se habían destruido 227
laboratorios. Se habían decomisado 90 mil kilos de cocaína, 4.8 millones de
kilos de mariguana, cuatro mil 800 kilos de metanfetaminas. Se habían incautado
de 389 millones de dólares, cerca de 30 mil armas de guerra y 24 mil armas
cortas; 22 mil 900 vehículos; 489 aeronaves y 310 embarcaciones. Se habían capturado
y extraditado 286 narcotraficantes. Resultados que se pueden medir también en
el número de muertos: 60 mil desde 2006 hasta 2012, muchos de los cuales, según
las organizaciones de derechos humanos, han sido ejecutados extrajudicialmente
y desaparecidos por miembros de las Fuerzas Armadas. Acciones que han
contribuido, dice irónicamente Nexos, a mantener estable o con crecimiento
moderado el consumo de drogas en Estados Unidos.
Más
allá de lo injustificable de mantener una guerra a todas luces perdida, como
analizaba en un artículo anterior, el involucrar a las Fuerzas Armadas en
cuestiones de seguridad interna para las que no están preparadas ni formadas,
como pretende hacer el Presidente Correa en Ecuador de acuerdo a sus propias
palabras, no hace sino, como vemos del caso mexicano, causar más muertes y
generar más violaciones a los derechos humanos. Por eso también llama la
atención la contradicción en que cae el Presidente cuando en otras declaraciones
apoya la despenalización de las drogas y denuncia el doble discurso de EE.UU. en
su debate.
“Si hay una guerra, compañeros soldados – dice
el Presidente – hay que enfrentarla y
ganar”, palabras que demuestran, una vez más, que el supuesto progresismo
del gobierno se mantiene sólo en el discurso, éste también doble, porque en los
hechos está más cerca de aquellos que sostienen que el combate al narcotráfico
y la inseguridad debe hacerse a través de una guerra y no mediante alternativas
más viables y menos costosas en dinero y más importante aún, en vidas humanas.
Por
Arturo Moscoso Moreno
*Tomado
de Diario Hoy 29/04/ 2012: http://www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/si-hay-una-guerra-544706.html