lunes, 30 de abril de 2012

“Si hay una guerra…” *


En 2006, Felipe Calderón, recién posesionado como presidente de México, ante los alarmantes índices de inseguridad que se vivían en ese país, le declaró la guerra al narcotráfico, en la que involucró y privilegió la participación de las Fuerzas Armadas, lo que ha provocado, según la Comisión de Derechos Humanos, Human Rights Watch y otras organizaciones, un sinnúmero de violaciones a los derechos humanos, como torturas, desapariciones forzosas y ejecuciones extrajudiciales, lo que incluso llevó a la Comisión Permanente del Congreso a pedirle a Calderón evitar su uso en esta lucha, petición de la que el Presidente hizo caso omiso, sosteniendo que la participación de las Fuerzas Armadas generaban resultados positivos en el combate en contra de los carteles mexicanos y de la inseguridad.

Esos logros son destacados por la prestigiosa revista mexicana Nexos en un artículo de 1 de octubre de 2010: Al cierre de 2009 se habían destruido 227 laboratorios. Se habían decomisado 90 mil kilos de cocaína, 4.8 millones de kilos de mariguana, cuatro mil 800 kilos de metanfetaminas. Se habían incautado de 389 millones de dólares, cerca de 30 mil armas de guerra y 24 mil armas cortas; 22 mil 900 vehículos; 489 aeronaves y 310 embarcaciones. Se habían capturado y extraditado 286 narcotraficantes. Resultados que se pueden medir también en el número de muertos: 60 mil desde 2006 hasta 2012, muchos de los cuales, según las organizaciones de derechos humanos, han sido ejecutados extrajudicialmente y desaparecidos por miembros de las Fuerzas Armadas. Acciones que han contribuido, dice irónicamente Nexos, a mantener estable o con crecimiento moderado el consumo de drogas en Estados Unidos.

Más allá de lo injustificable de mantener una guerra a todas luces perdida, como analizaba en un artículo anterior, el involucrar a las Fuerzas Armadas en cuestiones de seguridad interna para las que no están preparadas ni formadas, como pretende hacer el Presidente Correa en Ecuador de acuerdo a sus propias palabras, no hace sino, como vemos del caso mexicano, causar más muertes y generar más violaciones a los derechos humanos. Por eso también llama la atención la contradicción en que cae el Presidente cuando en otras declaraciones apoya la despenalización de las drogas y denuncia el doble discurso de EE.UU. en su debate.

Si hay una guerra, compañeros soldados – dice el Presidente – hay que enfrentarla y ganar”, palabras que demuestran, una vez más, que el supuesto progresismo del gobierno se mantiene sólo en el discurso, éste también doble, porque en los hechos está más cerca de aquellos que sostienen que el combate al narcotráfico y la inseguridad debe hacerse a través de una guerra y no mediante alternativas más viables y menos costosas en dinero y más importante aún, en vidas humanas.

Por Arturo Moscoso Moreno

martes, 24 de abril de 2012

¿Qué se han creído? *


Si es que, como sostienen algunos miembros de la oposición y analistas, el veto total a la Ley de la Función Legislativa y el cruce de cartas entre Correa  y Cordero es una especie de “tongo” para mantenernos distraídos en eso, mientras otros hechos de consecuencias tal vez más importantes son soslayados, creo que es importante, a riesgo de “caer en la trampa”, hacer un análisis del contenido de esas misivas.

De la descomedida carta del Presidente Correa al fiel, pero ingratamente sorprendido Cordero, lo que más me llama la atención es la frase que dice: “Tales exhortos, señor Presidente, reflejan la crisis por la que está pasando el Parlamentarismo en el mundo que no ha superado la época de las Asambleas Populares con los cuales se derrocaron monarquías, y que pretende buscar un equivocado espacio político dentro de la actividad gubernamental.”

En ese enunciado lo que se ve es un absoluto desconocimiento del significado de “parlamentarismo” que es en realidad un tipo de régimen político, conocido también como régimen parlamentario, que se caracteriza porque los poderes ejecutivo y legislativo están fusionados y los miembros del primero son designados, apoyados o destituidos por el segundo, y que, hasta donde sé, no está en crisis, y más bien varios politólogos relevantes, como Juan Linz por ejemplo, lo presentan como una opción preferible al presidencialismo, régimen político vigente en Ecuador, porque facilita la gobernabilidad.

Por el contenido mismo de la carta, pero por sobre todo, por cómo utiliza el ejecutivo su poder de veto, facilitado por nuestra hiperpresidencialista constitución, lo más probable es que lo que el Presidente quería decir que está en crisis a nivel mundial es el legislativo, lo que es otro cantar, porque si bien no tengo las suficientes referencias como para suscribir la afirmación de que sea a nivel mundial, el que obviamente si está en crisis, prestándose al juego del ejecutivo, transformándose en un órgano de mero trámite para el proceso de aprobación de Leyes que son siempre de conformidad con los deseos del Presidente, es el legislativo ecuatoriano. Esa probablemente es la razón por la que el Presidente monta en cólera y envía esa carta, porque ¿cómo es posible que ese legislativo que está a sus órdenes ose “exhortarle”? De esa arbitraria interpretación de la división de poderes supongo que surge la segunda parte de la frase citada en la que el Presidente acusa a la Asamblea de buscar un espacio político en la actividad gubernamental que, de acuerdo a su idea de democracia, únicamente le corresponde a él.

La humillante respuesta de Cordero no merece más comentario que señalar que le da toda la razón al Presidente Correa: La Asamblea no está para disputarle espacio político al Presidente, ¿qué se han creído?

Por Arturo Moscoso Moreno