martes, 9 de septiembre de 2008

Gracias Campeón

Por: Renato Moreno Echeverría

De cuando en cuando, aparecen sobre la faz de la tierra, seres humanos, cuya vida y trayectoria les convierte en paradigmas de la sociedad. Este pequeño gran hombre, surgido de las entrañas del pueblo, que aprendió desde niño a luchar denodadamente por sobrevivir, que vendió periódicos en las calles cuencanas, como miles de niños pobres trabajadores que abundan en los países del tercer mundo, durante veinte años de inclaudicable lucha nos ha llenado de gloria, pero sobre todo, nos ha trazado la ruta para que las generaciones presentes y futuras de ecuatorianos, transitemos hacia el nuevo País, donde el esfuerzo, la perseverancia y el honor sean los puntales del desarrollo.

Con la sabiduría propia de las almas grandes, con la inmaculada sinceridad de un corazón impoluto, con la autoridad moral que le da su vida ejemplar, nos dice: “Mi carrera como “marchista” ha sido financiada con trece millones de voces ecuatorianas que me han alentado”; “las medallas y preseas no son más que oropeles, lo que cuenta es nuestra decisión de vencer”, “yo amo a mi País, creo en su gente y estoy presto a ofrendar mi vida por mi Patria”.

Si los ecuatorianos nos contagiáramos de ese mágico fervor, si durante veinte años de nuestra vida, diésemos todo de nosotros, si siendo pequeños de estatura física, nuestra estatura moral creciera todos los días, si nuestros gobernantes, mas allá del baratijo de ofertas, de la demagogia rampante, de la inagotable sed de poder, fueran simplemente honestos consigo mismo y con el pueblo, estoy seguro que en el concierto mundial, tendríamos la medalla de oro a la dignidad y respeto, al bienestar y a la prosperidad!

En esta lucha titánica, Nuestro Campeón lo ha dejado todo: su salud; su familia; su comodidad; sus afectos. Porque su misión es remover nuestra conciencia, devolvernos la fe y hacernos avizorar un futuro prometedor.

Más allá de la pequeñez de espíritu de gobernantes mezquinos, que se sienten aludidos por alguna declaración de Jefferson y que en represalia, a su retorno al Ecuador, se esconden en el silencio para no tributarle el merecido reconocimiento, esta la gratitud de un pueblo que reconoce en él a su auténtico líder. ¡Ese pequeño “David” que, compitiendo a la par con un gigante ruso de dos metros, llega a la meta y nos llena de gloria, nos trasmite el verdadero mensaje que rompe esquemas y disfraces: “veinte años de lucha y trabajo, toda una vida de amor a su Patria”. En este caso, “el silencio del Poder”, lo honra doblemente.

Estoy seguro que la nueva etapa de Jefferson será pletórica de éxitos y triunfo, su vigorosa palabra, su honestidad meridiana, su fe en el Ecuador, le han convertido en un referente indispensable de honor y pulcritud. ¡Él es el prototipo de ecuatoriano que deberíamos ser todos! Posiblemente, dentro de veinte años, nadie se acordará de este Gobierno, pero este “Pequeño Titán” será el faro rutilante que ilumine el destino exitoso de otros deportistas, será la nueva ruta hacia el futuro de la juventud, Para ello, solo hace falta imitarlo, ¡empecemos ya!.

¡Gracias Campeón!

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