En una mala semana para las artes en general y para mí en particular, luego de la desaparición de David Foster Wallace, debemos lamentar la muerte, el 15 de septiembre pasado a consecuencia de un cáncer, de Richard Wright, el genial tecladista y fundador, junto con el guitarrista y vocalista Syd Barrett, el bajista Roger Waters y el baterista Nick Mason, de, al igual que los Beatles, uno de mis grupos favoritos de todos los tiempos, Pink Floyd.
Descubrí a Pink Floyd en la adolescencia, cuando un amigo de esa época me prestó (grave error porque nunca se lo devolví), el increíble “The Wall”, disco del que literalmente me enamoré y que no parábamos de escuchar junto con mis buenos amigos Pablito, Dado, Gus y Pablo, convirtiéndonos en verdaderos fanáticos de la banda, lo que nos llevaba a hacernos cómo podíamos de su increíble música, “The Dark Side of the Moon”, “Wish yo Were Here” o “Animals” fueron nuestras siguientes adquisiciones, confirmando que habíamos dado en el clavo en cuanto a gustos musicales. (A lo largo de los años he podido recopilar casi todos los discos de Pink Floyd, e incluso algunos en solitario de Barret, Waters y Gilmour).
Lo lamentable fue que, a lo poco de nuestro magnífico hallazgo, el grupo se disolvió, dejándonos como epílogo el excelente “The Final Cut”, disco donde justamente no aparece Wright porque había abandonado la banda poco después de grabar “The Wall”. Por suerte, luego de terribles batallas legales entre Waters por un lado y David Gilmour (que había reemplazado a Barret), Mason y el propio Wright por el otro, el grupo pudo seguir existiendo, sin la presencia de Waters obviamente, pudiendo brindarnos dos fabulosos discos, “A Momentary Lapse of Reason” y “The Division Bell”, en los que se puede apreciar todo el talento de Gilmour.
Después de las peleas terribles en que se vieron involucrados sus miembros, sobre todo Waters y Gilmour, se veía muy difícil que el grupo se reintegrara, hasta que, 24 años después, el2 de julio de 2005, se volvieron a reunir en el concierto Live 8 en Londres, lo que nos dio esperanzas a todos sus fanáticos de que finalmente se reunieran nuevamente y nos brindaran una gira o un nuevo disco, sueño que ha quedado truncado por la inesperada muerte de Wrigth, cuyos teclados fueron pilar fundamental del particular sonido psicódelico de Pink Floyd, para muestra escuchen “The Piper at the Gates of Dawn”, álbum debut de la banda.
Hasta siempre Richard Wright.
Descubrí a Pink Floyd en la adolescencia, cuando un amigo de esa época me prestó (grave error porque nunca se lo devolví), el increíble “The Wall”, disco del que literalmente me enamoré y que no parábamos de escuchar junto con mis buenos amigos Pablito, Dado, Gus y Pablo, convirtiéndonos en verdaderos fanáticos de la banda, lo que nos llevaba a hacernos cómo podíamos de su increíble música, “The Dark Side of the Moon”, “Wish yo Were Here” o “Animals” fueron nuestras siguientes adquisiciones, confirmando que habíamos dado en el clavo en cuanto a gustos musicales. (A lo largo de los años he podido recopilar casi todos los discos de Pink Floyd, e incluso algunos en solitario de Barret, Waters y Gilmour).
Lo lamentable fue que, a lo poco de nuestro magnífico hallazgo, el grupo se disolvió, dejándonos como epílogo el excelente “The Final Cut”, disco donde justamente no aparece Wright porque había abandonado la banda poco después de grabar “The Wall”. Por suerte, luego de terribles batallas legales entre Waters por un lado y David Gilmour (que había reemplazado a Barret), Mason y el propio Wright por el otro, el grupo pudo seguir existiendo, sin la presencia de Waters obviamente, pudiendo brindarnos dos fabulosos discos, “A Momentary Lapse of Reason” y “The Division Bell”, en los que se puede apreciar todo el talento de Gilmour.
Después de las peleas terribles en que se vieron involucrados sus miembros, sobre todo Waters y Gilmour, se veía muy difícil que el grupo se reintegrara, hasta que, 24 años después, el2 de julio de 2005, se volvieron a reunir en el concierto Live 8 en Londres, lo que nos dio esperanzas a todos sus fanáticos de que finalmente se reunieran nuevamente y nos brindaran una gira o un nuevo disco, sueño que ha quedado truncado por la inesperada muerte de Wrigth, cuyos teclados fueron pilar fundamental del particular sonido psicódelico de Pink Floyd, para muestra escuchen “The Piper at the Gates of Dawn”, álbum debut de la banda.
Hasta siempre Richard Wright.
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