jueves, 25 de septiembre de 2008

El Hiperpresidencialismo en el Proyecto de Constitución II

Por: Arturo Moscoso Moreno
EL HIPERPRESIDENCIALISMO EN EL ECUADOR

Dentro de los regímenes latinoamericanos, Ecuador no ha sido la excepción y a partir de su primera Constitución de 1830 adoptó el presidencialismo como forma de gobierno, lo que se ha mantenido en todas las constituciones que hemos tenido (19), sin que hayamos tenido nunca algún intervalo parlamentario. A lo sumo lo que ha habido es la oscilación entre legislatura unicameral o bicameral o la existencia o no de la vicepresidencia. También ha existido en algunas ocasiones la representación corporativa en el parlamento.

Para tratar de entender el por qué las constituciones en el Ecuador no se mantienen en el tiempo, creo importante citar a Fabián Corral:

“Todas las constituciones ecuatorianas son el resultado de golpes de Estado, declinación de dictaduras, convenciones nacionales y asambleas constituyentes, que han estado marcadas por el caudillismo, el militarismo o por la reacción a esos fenómenos. Los cuartelazos son la clave para entender la índole de las cartas políticas, ya sea porque algunas contienen las propuestas del hombre fuerte y las ideologías de sus inspiradores, o ya por el afán de asegurar al “nunca más” a los golpes de Estado”.[1]

El último período democrático inicia en 1978 con la aprobación en referéndum de un proyecto de Constitución elaborado por una comisión de especialistas, la que triunfó por sobre la Constitución de 1945 revisada, y que se promulgaría el 10 de agosto de 1979. Esta Constitución conservaba varias de las disposiciones presidenciales de las anteriores, y más bien le otorgaba nuevos poderes al Presidente como la declaración del estado de emergencia y la suspensión de las garantías constitucionales; la aprobación de decretos económicos de emergencia; una opción plebiscitaria sin requisitos previos. Por su parte, el Congreso se volvió unicameral; podía someter a interpelación a los Ministros de Estado, e incluso censurarlos, obligándolos a dimitir; podía nombrar miembros en el Tribunal Supremo, el Tribunal Constitucional y el Tribunal Electoral; y por último, podía incapacitar al Presidente.

Sin embargo, desde 1979 la tónica ha sido el continuo enfrentamiento entre los poderes ejecutivo y legislativo, lo que ha tenido a la democracia ecuatoriana al borde del colapso. Ya en 1983 el Congreso aprobó las primeras reformas constitucionales inaugurando una serie de transformaciones a la Constitución que han sido utilizadas mas como paliativos a conflictos políticos coyunturales que soluciones a largo plazo.

La década de los noventa en el Ecuador también fue gran de agitación social y política, se inaugura encontrando a Rodrigo Borja en la Presidencia de la República, elegido en 1988, que en las elecciones de medio período, que para esa época aún se mantenían en la Constitución, había perdido un gran número de diputados de su bloque legislativo en el Congreso, lo que le generó fuertes enfrentamientos con este ente durante sus dos últimos años de gobierno. Se elegiría luego como Presidente a Sixto Durán Ballén, el que venía con un programa de apertura económica, calificado de “neoliberal” por sus opositores y que generó gran rechazo en los sectores sociales y de izquierda y fuertes enfrentamientos con el Congreso, lo que causo incluso la pérdida de su Vicepresidente, Alberto Dahik, mentalizador de las reformas económicas. Terminado el gobierno de Durán Ballén en 1996, triunfa en las elecciones el candidato populista Abdalá Bucaram por sobre el candidato de la derecha, Jaime Nebot.

Bucaram se posesiona en agosto de 1996 y pese a sus varios ofrecimientos populistas, la política económica se mantiene estable. Existen importantes análisis sobre el gobierno de Bucaram y su caída como el de Carlos de la Torre[2], pero no es la intención de este trabajo profundizar sobre este tema. Simplemente señalaremos que el 5 de febrero de 1997, apenas 6 meses después de posesionado en el cargo, luego de importantes movilizaciones sociales y políticas y un enfrentamiento fortísimo con el Congreso, Bucaram es destituido inconstitucionalmente por éste, alegando “incapacidad mental”.

Luego de algunas confusiones y manipulaciones sobre la sucesión presidencial, el Congreso elige al Fabián Alarcón como “Presidente Interino”, figura que no constaba en la Constitución. En mayo de 1997 el mandato de Alarcón es ratificado en una consulta popular en la que también se resolvió la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

LA CONSTITUCIÓN DE 1998

El 30 de noviembre de 1997 se llevan a cabo las elecciones para asambleístas constitucionales, cuya mayoría queda en manos de partidos denominados de derecha (Partido Social Cristiano, Democracia Popular y FRA), los que se hacen con la mesa directiva, nombrando Presidente de la Asamblea a Osvaldo Hurtado de la Democracia Popular. La Asamblea se inaugura el 20 de diciembre de 1997 en Ambato, pero la mayor parte de su trabajo lo haría en la Academia de Guerra en Sangolquí y luego en la Universidad Andina. Se clausuró el 5 de junio de 1998 y la versión codificada de la Constitución se publicó en el Registro Oficial el 11 de agosto de 1998, fecha en que entró en vigencia.

Se ha dicho que la Constitución de 1998 tiene un carácter privatista o privatizador, sin embargo lo que si se le reconoce es su gran amplitud en cuanto a derechos humanos y ciudadanos. También se sostiene que esta Constitución, pese a nuestra larga historia de un “presidencialismo fortalecido”, consagró el “hiperpresidencialismo”, porque se creyó que una forma de evitar las continuas confrontaciones entre el ejecutivo y el legislativo sería el de reforzar al primero en detrimento del segundo.

“Así, desde 1979, se han intentado toda una serie de reformas políticas destinadas a robustecer el poder del presidente y del Ejecutivo, a costa de los otros poderes del Estado.

Estos esfuerzos culminaron con la Constitución de 1998, en la cual las atribuciones presidenciales fueron tan aumentadas, que se ha podido llegar a hablar de una especie de “hiperpresidencialismo” ecuatoriano”.[3]

Este hiperpresidencialismo del que nos habla Bustamante lo podemos encontrar en varias disposiciones constitucionales que analizaremos rápidamente.

Las principales atribuciones del Presidente de la República están contempladas en el artículo 171 de la Constitución de 1998. Dentro de estas facultades, el numeral 5 le otorga potestades legislativas a través de la expedición de reglamentos, que en no pocos casos, llegan a modificar leyes e incluso, en base a lo estipulado en el numeral 9 del mismo artículo, el Presidente pudo dictar el denominado Estatuto del Régimen Jurídico y Administrativo de la Función Ejecutiva, que se ha constituido en un cuerpo legal autónomo que no reglamenta ninguna ley.

El Presidente es también un “colegislador” debido a sus facultades de veto consagradas en los artículos 153 y 154 de la Constitución, además de su iniciativa legislativa exclusiva en materia tributaria, penal, presupuestaria y en relación a la división político administrativa del país, conforme al Art. 146. Los artículos 155 y 156 le facultan enviar al Congreso proyectos económicos calificados de urgentes.

Los artículos 104 y 283 le otorgan al Presidente la facultad privativa de convocar a consulta popular. De estos artículos se valió el Presidente Rafael Correa para llamar a consulta popular a fin de convocar a la Asamblea Constituyente que acaba de terminar[4].

Conforme al artículo 109, la revocatoria del mandato afecta únicamente a legisladores, prefectos y alcaldes, no siendo posible la revocatoria del mandato del Presidente de la República.

El artículo 130 establece que en caso de que un Ministro de Estado sea censurado, es facultad del Presidente decidir si este permanece o no en el cargo. Desde 1998 son pocos los ministros censurados que han renunciado o han sido cesados por el Presidente.

EL PROYECTO DE CONSTITUCIÓN DE 2008

En el proyecto de Constitución aprobado el pasado 24 de julio, las facultades del Presidente están previstas en el artículo 147, son algunas menos que las establecidas en la Constitución de 1998, pero son bastante similares. Se mantiene la potestad reglamentaria y la posibilidad de dictar el Estatuto del Régimen Jurídico y Administrativo de la Función Ejecutiva o algún instrumento similar. Mantiene sus facultades de colegislación, sus facultades de veto y la iniciativa legislativa sigue siendo de su exclusividad en proyectos de ley que creen, modifiquen o supriman impuestos, aumenten el gasto público o modifiquen la división político administrativa del país. De conformidad con el artículo 140, el Presidente sigue facultado para enviar proyectos en materia económica calificados de urgentes. Mantiene la capacidad de convocar a consulta popular, aunque deja de ser privativa del Presidente, pero éste puede hacerla sobre cualquier asunto que estime conveniente, lo que podría transformar a nuestra democracia en plebiscitaria, y adicionalmente, todas las preguntas deben contar con el visto bueno de la Corte Constitucional.

Hasta aquí podemos ver que el tan criticado “hiperpresidencialismo” que se consagró en la Constitución de 1998, tan criticado por el Ministro de Gobierno y “Percepciones”, Fernando Bustamante o por asambleístas que antes pregonaban una “ruptura” con el establishment, se mantiene casi inalterado e incluso en ciertos aspectos, reforzado.

Pero todavía hay otros aspectos para analizar en el proyecto de Constitución. En el artículo 261 se establece que el Estado central, es decir, el Presidente, tendrá facultades, aunque en algunos casos delegables, en lo que respecta a seguridad nacional, relaciones internacionales, registro de personas y control migratorio, políticas económica, tributaria, aduanera, arancelaria, fiscal y monetaria, comercio exterior, endeudamiento, planificación nacional, políticas de educación, salud, seguridad social, vivienda, áreas protegidas, recursos forestales, desastres naturales, aplicación de tratados internacionales, espectro electromagnético, telecomunicaciones, puertos y aeropuertos, recursos energéticos, minerales, hidrocarburíferos, hídricos, biodiversidad y forestación, control y administración de empresas públicas nacionales. Estas facultades que fortalecen al Estado central en desmedro de los municipios y las autunomías, al depender enteramente del Presidente, que es quien en definitiva decide en todas estas materias, evidentemente aumentan sus facultades con respecto a la Constitución vigente.

Se podría pensar que un avance en contra del “hipepresidencialismo” con respecto a la Constitución de 1998 es el artículo 130 del proyecto que contempla la destitución del Presidente por parte del Legislativo por arrogarse funciones que no le competan constitucionalmente, previo dictamen favorable de la Corte Constitucional y por grave crisis política y conmoción interna. Sin embargo, aparte de la necesidad del dictamen favorable de la Corte Constitucional, organismo cuya fuente de origen es el Ejecutivo, como veremos más adelante, la destitución del Presidente acarrearía el llamamiento a elecciones anticipadas también de legisladores, en una especie de “muerte cruzada”, por lo que la legislatura difícilmente aplicaría este artículo. El artículo 148 del proyecto establece igual procedimiento para que el Presidente pueda disolver a la Asamblea Legislativa, pero manteniendo también la “muerte cruzada”. Además de que el Presidente se mantendría en el cargo hasta la posesión del nuevo Presidente (que podría ser el mismo), con la facultad de emitir decretos-leyes a su antojo, calculo yo, por un período no menor a 6 meses, y ya vimos lo que hizo Chaves en apenas dos días con su paquetazo de leyes en Venezuela.

Por otro lado, el artículo 131 del proyecto de Constitución vuelve a establecer, al igual que la Constitución de 1978, la destitución por parte del legislativo de los ministros de estado, mientras que el artículo 105 permite la revocatoria del mandato a cualquier autoridad, incluido el Presidente de la República, para lo cual se necesitaría el respaldo de un número no inferior al quince por ciento de inscritos en el registro electoral.

También podríamos pensar que estos son avances en cuanto a “desfortalecer” al Presidente de la República en el proyecto de Constitución gestado, pero es aquí en donde entra a jugar un papel importantísimo la denominada “cuarta función de Estado”, la “Función de Transparencia y Control Social” (FTCS), que tiene como cabeza al “Consejo de Participación Ciudadana y Control Social” (CPCCS) .

De acuerdo con el artículo 204 del proyecto de Constitución, “La Función de Transparencia y Control Social promoverá e impulsará el control de las entidades y organismos del sector público, y de las personas naturales o jurídicas del sector privado que presten servicios o desarrollen actividades de interés público, para que los realicen con responsabilidad, transparencia y equidad; fomentará e incentivará la participación ciudadana; protegerá el ejercicio y cumplimiento de los derechos; y prevendrá y combatirá la corrupción”.
A su vez, el CPCCS, de conformidad con el artículo 207 del proyecto “promoverá e incentivará el ejercicio de los derechos relativos a la participación ciudadana, impulsará y establecerá mecanismos de control social en los asuntos de interés público, y designará a las autoridades que le corresponda de acuerdo con la Constitución y la ley. La estructura del Consejo será desconcentrada y responderá al cumplimiento de sus funciones”.

La FTCS, de acuerdo con el mismo artículo 204, está conformada, además del CPCCS, por la Defensoría del Pueblo, la Contraloría General del Estado y las superintendencias. Los superintendentes, de acuerdo con el artículo 213 del proyecto, son designados por el CPCCS de una terna enviada por el Presidente, y a su vez, este Consejo nombra a los titulares de la Defensoría del Pueblo, Defensoría Pública, Fiscalía General del Estado y Contraloría General del Estado.

Se evidencia mediante este proceso cruzado, como el nombramiento de los miembros de la FTCS y del CPCCS dependen enteramente del Presidente de la República.

El CPCCS, de acuerdo con el artículo 208 del proyecto, también designa al Procurador General del Estado, de una terna enviada por el Presidente y a los miembros del Consejo Nacional Electoral, Tribunal Contencioso Electoral y Consejo de la Judicatura, luego de agotar el proceso de selección correspondiente.

Como podemos ver, el CPCCS, cuyos miembros, insistimos, mediante estos procedimientos cruzados, dependen enteramente del Presidente de la República, le quita la facultad al Legislativo de nominar a todos lo órganos de control, incluido el Consejo Nacional Electoral que conforma, junto con el Tribunal Contencioso Electoral la denominada “quinta función del Estado”, la “Función Electoral”; además de el proceso de selección de los miembros del CPCCS lo organizará y conducirá el Consejo Nacional Electoral.

Así, los miembros de todos los organismos de control y de los entes que vigilan el proceso electoral dependen y se deben al Presidente de la República.

EL RÉGIMEN DE TRANSICIÓN

Debemos señalar también que, junto con el proyecto de Constitución, la Asamblea Constituyente además aprobó un “Régimen de Transición” en caso de que el primero sea aprobado en el referéndum. El Régimen de Transición en su artículo 17 declararía, de ser aprobada la Constitución, concluidos los períodos de diputados elegidos el 15 de octubre de 2006 estableciendo que la Asamblea Constituyente se reunirá cinco días después de proclamados los resultados del referéndum a fin de conformar una “Comisión Legislativa y de Fiscalización”, comúnmente conocida como “Congresillo”, hasta que se elija y posesione a la nueva legislatura manteniendo la misma proporcionalidad política de la Asamblea, es decir con mayoría del movimiento de gobierno Alianza País y sus aliados. La Asamblea también nombrará inmediatamente a un Consejo Nacional Electoral transitorio.

Por otra parte, de conformidad con el artículo 29 del “Régimen de Transición”, el Congresillo nombrará, luego de 15 días de conformado, a los miembros del CPCCS, el que inmediatamente deberá nombrar a todas las autoridades de control detalladas en el artículo 208. No se establece en ninguno de los artículos de este “Régimen de Transición” que los miembros del CPCCS nombrados de acuerdo a este procedimiento deban ser sustituidos luego de las elecciones generales que serán convocadas, es decir quedaran en firme los nombrados por el Congresillo cuya mayoría pertenecería a Alianza País, el movimiento político del Presidente Correa, haciéndose evidente el absoluto dominio que tendría éste sobre todos los órganos de control, los judiciales y los electorales, rompiendo con los principios básicos del Estado de Derecho y de la Democracia detallados anteriormente y consagrándose un régimen muy cercano a la autocracia, pero disfrazado de democracia.

LA CORTE CONSTITUCIONAL

Capítulo aparte merece la denominada Corte Constitucional que sustituiría al Tribunal Constitucional. El artículo 429 del proyecto de Constitución señala que la Corte Constitucional “es el máximo órgano de control, interpretación constitucional y de administración de justicia en esta materia”. Sus nueve miembros se designarán por una comisión calificadora que estará integrada por dos personas nombradas por cada una de las funciones Legislativa, Ejecutiva y de Transparencia y Control Social.

Entre las atribuciones de la Corte Constitucional, aparte de las que le corresponden actualmente al Tribunal Constitucional, podemos señalar por ejemplo, que debe calificar previamente la constitucionalidad de las preguntas que se quieran hacer en una consulta popular, donde se pervierte la supuesta iniciativa general para convocar a consulta. Igualmente, se necesita un “dictamen de admisibilidad” de este ente para iniciar un juicio político en contra del Presidente, el que evidentemente no otorgará si sus miembros son nombrados por éste. Tiene iniciativa legislativa y también califica la constitucionalidad de las leyes vetadas por el Presidente. Puede autorizar al Presidente la disolución de la legislatura y permitirle, mientras se elige nuevos legisladores, la promulgación de decretos-leyes de urgencia económica, incrementado la iniciativa legislativa que tiene actualmente el Presidente. Inclusive, de acuerdo al artículo 439 del proyecto, se puede presentar ante este organismo una acción en contra de sentencias, autos y resoluciones, poniendo bajo su égida a la Función Judicial. Sus miembros no están sujetos al juicio político y tampoco pueden ser removidos por quienes los designen, estableciéndose una especie de autodepuración.

En el “Régimen de Transición” se establece que una vez que estén constituidas las nuevas funciones Legislativa, Ejecutiva y de Transparencia y de Control Social, se organizará una comisión calificadora para designar a los magistrados de la primera Corte Constitucional y el proceso del concurso será dictado por el CPCCS.

Se hace evidente como este organismo, la Corte Constitucional, será también cooptado por el Ejecutivo, al tener prácticamente la mayoría de votos de esta comisión calificadora, pues no solo tendrá los votos de la función Ejecutiva, sino también lo de la de Transparencia y de Control Social cuyos miembros dependen en su mayoría del Ejecutivo. Además las reglas de elección serán dictadas por el CPCCS, dependiente también del Ejecutivo.

CONCLUSIONES

En el Ecuador, como en la mayoría de Latinoamérica, desde nuestra primera Constitución Política se estableció el régimen presidencial como forma de gobierno, régimen en que la figura del Presidente y el Ejecutivo siempre han estado fortalecidas en desmedro de las otras funciones del Estado, teniendo su clímax con la Constitución de 1998.

Este fortalecimiento de la figura presidencial en lugar de permitir mayor gobernabilidad, lo que en realidad ha hecho es afectar negativamente al Ejecutivo, ya que los temas políticos coyunturales recaen directamente sobre el Presidente, lo que genera un confrontación directa entre Ejecutivo y Legislativo, lo que ha impedido que trabajen juntos en beneficio del país.

En el nuevo proyecto de Constitución elaborado por la Asamblea Constituyente, en lugar de atenuarse el presidencialismo tan criticado en la Constitución de 1998, se lo ha aumentado exponencialmente, consagrándose definitivamente un régimen hiperpresidencialista y autocrático en el Ecuador.

Esto se deduce, en primer lugar, de que la mayoría de disposiciones de la Constitución de 1998 que fueron tachadas de hipepresidencialistas se mantienen, salvo la destitución de ministros, pero que requiere de una mayoría de dos tercios muy difícil de lograr.

En segundo lugar, se crean una serie de entes y organismos que fortalecerán aún más al Ejecutivo. En contra de la lógica y la doctrina constitucional, que han demostrado la necesidad del establecimiento de tres funciones del Estado, se crean dos nuevas funciones, la “Función Electoral” y la “Función de Transparencia y Control Social”, que tiene como cabeza al “Consejo de Participación Ciudadana y Control Social” cuyos miembros tienen como fuente de origen al Ejecutivo, siendo éstos los organismos encargados de nombrar a todos los representantes de los órganos de control, y junto con el Ejecutivo y el Legislativo, nombrar a los miembros de la poderosísima Corte Constitucional.

Así, el Ejecutivo y el Presidente son la matriz de origen de un órgano del Estado, la Corte Constitucional, que como hemos podido analizar, se constituye en un poder que está por encima de los otros tres tradicionales y de los dos nuevos creados por la Asamblea. Esta súper poderosa Corte Constitucional, que además nacerá politizada desde su conformación gracias al “Régimen de Transición”, debido a su diseño institucional estará por sobre todos los poderes el Estado, resolverá los pedidos de consulta popular, revisará fallos de la Corte, Tratados Internacionales y además sus funcionarios no podrán ser destituidos ni enjuiciados.

Como la cereza del pastel al hiperpresidencialismo resultante del proyecto de Constitución, nos encontramos con el “Régimen de Transición”, mediante el cual el actual gobierno se asegura el dominio de la Función de Transparencia y Control Social y de su Consejo de Participación Ciudadana y Control Social y a través de este, de todos los organismos de control, de la Función Electoral y de la poderosa Corte Constitucional.

Estos súper poderes del Presidente tendrán como consecuencia, en primer lugar, que los conflictos y diferencias no se resuelvan a través de la negociación o el dialogo, sino a través de la amenaza y la imposición, lo que a su vez, convertirá al Presidente en el responsable de todo lo que acontezca, intensificando la pugna de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo y manteniendo en la calle a la polítca; y, en segundo lugar, se fortalecerá también el caudillismo y el clientelismo que tanto mal le han hecho al Ecuador.

En definitiva, en el proyecto de Constitución elaborado por la Asamblea Constituyente se consagra un régimen que rompe definitivamente con la división de poderes característica del Estado de Derecho y a su vez restringe los presupuestos mínimos que debe tener la Democracia, colocándose, dentro del continuo que analizamos arriba, muy cerca de una autocracia o hegemonía cerrada.

Para finalizar, citamos al actual Ministro de Gobierno y "Percepciones", Fernando Bustamante:

“De esta forma, aunque parezca contradictorio, un verdadero fortalecimiento de la posición del presidente, requiere al menos dos movimientos: a) uno que le devuelva corresponsabilidad al Congreso Nacional, en las tareas del Gobierno y que lo haga más imputable (y no menos), y b) otras que le devuelvan al Estado y los órganos representativos de la voluntad ciudadana, la capacidad de hacerse valer y de autonomizarse frente a los poderes fácticos que manipulan al Estado incluso desde las sombras”.[5]

[1] Corral B, Fabián, “Apuntes sobre Política y Democracia”, en Corral B., Fabián y Pérez Ordóñez, Diego: El Juego de la Democracia, 1ª Ed., Quito, Taurus Ecuador, 2005, pp. 73

[2] Ver: De la Torre, Carlos, Un solo toque: Populismo y Cultura Política en Ecuador, Quito, Centro Andino de Acción Popular, 1996

[3] Bustamante Fernando, “Hiperpresidencialismo”, Diario Hoy, 8 de septiembre de 2006, Quito
[4] Rafael Correa se posesiona como presidente el 15 de enero de 2007 y como había ofrecido en su campaña, firma el Decreto 002 de su Gobierno mediante el cual solicita al Tribunal Supremo Electoral (TSE) que llame de manera inmediata a consulta popular para que se decida convocar a una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución. La convocatoria la ampara en lo manifestado en el artículo 283 y en el numeral 2 del artículo 104 de la Constitución, pero elimina la frase “distintas de las previstas en el número anterior”, violando dichos artículos, primero por no ajustarse a lo estipulado en el Art. 283 que habla únicamente de reformas y no de asambleas, y luego, por la mutilación del Art. 104 que desvirtúa su sentido.

[5] Bustamante Fernando, “Hiperpresidencialismo”, Diario Hoy, 8 de septiembre de 2006, Quito

miércoles, 24 de septiembre de 2008

El Hiperpresidencialismo en el Proyecto de Constitución I

Por: Arturo Moscoso Moreno
El 24 de julio de 2008 la Asamblea Constituyente ecuatoriana, luego de un período de labores de más de 7 meses, aprobó un proyecto de nueva Constitución para el Ecuador. Proceso que no estuvo exento de polémica, primero por la arrogación de funciones por parte de este ente, constituyéndose en una especie de órgano omnímodo y omnipotente, que aprobó leyes y unas entelequias pseudo jurídicas llamadas “mandatos” que todos los ecuatorianos estábamos obligadas a acatar, violando la Constitución vigente y además, su propio Estatuto de creación.

En segundo lugar, por la aprobación de más del 80% del articulado de la Constitución en apenas dos meses, cuando los otros cinco se habían dedicado a labores para las cuales no fueron elegidos, como la aprobación de leyes y mandatos, aprobándose la mayoría de artículos en los últimos 7 día de trabajo de la Asamblea.

En tercer lugar, por la modificación de artículos aprobados por la Asamblea por parte del Secretario Jurídico de la Presidencia de la República, el abogado Alexis Mera y por una Comisión de Redacción, lo que en palabras del Fiscal General de la Nación, podría incluso anular todo el proceso.

Dentro de todas las críticas que se han levantado en contra de este proyecto de Constitución, hay una que se repite constantemente y es aquella de que este proyecto le asigna demasiados poderes al Presidente de la República, consagrando un régimen “hiperpresidencialista”, es decir un régimen presidencialista autoritario o autocrático, en el cual el principio de división de poderes, esencial para el Estado de Derecho y por ende, para la democracia, se ve socavado en perjuicio de las funciones legislativa y judicial y a favor de la ejecutiva.

Con el propósito de determinar hasta que punto el proyecto de Constitución aprobado por la Asamblea Constituyente consagra este “hiperpresidencialimo”, voy a publicar hasta el día del referéndum una serie de artículos que recogen un análisis que hice del proyecto constitucional.

Pongo a su consideración la primera parte:

ESTADO DE DERECHO Y DEMOCRACIA

Fue el francés Montesquieu quien, en el capítulo denominado De la Constitución de Inglaterra de su obra Del Espíritu de las Leyes (1748), estableció la teoría de la división de poderes, uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho. Dice en Del Espíritu de las Leyes:

“Hay en cada Estado tres clases de poderes: el poder legislativo, el poder ejecutivo de los asuntos que dependen del derecho de gentes y el poder ejecutivo que dependen del derecho civil”.[1]

Mas adelante, Montesquieu aborda el sistema de pesos y contrapesos como una forma de preservar la libertad por medio de un freno a los poderes:

“He aquí, pues, la constitución fundamental del Gobierno al que nos referimos: el cuerpo legislativo está compuesto de dos partes, cada una de las cuales tendrá sujeta a la otra por su mutua facultad de impedir, y ambas estarán frenadas por el poder ejecutivo que lo estará a su vez por el legislativo. Los tres poderes permanecerán así en reposo o inacción, pero, como por el movimiento necesario de las cosas, están obligados a moverse, se verán forzados a hacerlo de común acuerdo”.[2]

El inglés John Locke, al estudiar la implementación práctica del principio de división de poderes en su Ensayo sobre el gobierno civil, idea una división del poder en ejecutivo, legislativo, federativo y de prerrogativa. El legislativo será el que cree las normas, el ejecutivo el que las aplique. El federativo se encargará de las relaciones internacionales. Y el de prerrogativa, que algunos autores señalan que es más bien parte del poder ejecutivo, lo describe como la capacidad discrecional de actuar para buscar el bien público.

Es necesario señalar que el Estado de Derecho se deriva de las tradiciones políticas y jurídicas del liberalismo, así Kant, Adam Smith o John Stuart Mill coinciden en manifestar que los individuos alcanzan su plenitud cuando el Estado es únicamente garante de la seguridad pública y de los derechos elementales, brindando esos criterios mínimos para definirlo. Una gran mayoría de autores, sin embargo, coincide en que los elementos constitutivos del Estado de Derecho son: a) La división de poderes; b) El imperio de la ley; c) La seguridad jurídica; d) La legalidad de la administración; e) Garantía de los derechos y libertades fundamentales; e) Control constitucional de la ley; y, f) Independencia judicial, aunque se considera que la mayoría de estos elementos están englobados dentro de los criterios mínimos establecidos.

A lo largo de la historia han habido innumerables intentos por superar el modelo liberal de Estado de Derecho alegando la insuficiencia de este para atender las necesidades sociales, sin embargo de lo cual no se ha podido plantear hasta ahora una opción válida diferente.

“El siglo XX ha contemplado cómo estas críticas políticas se convirtieron en movimientos sociales que consideraron necesario el sacrificio de, entre otras instituciones, el Estado liberal de derecho. Sin embargo, en nuestra época los principios liberales han sido reivindicados por prácticamente todos los movimientos políticos razonables como el marco de acción necesario para el planteamiento de sus demandas y el desarrollo de sus estrategias. Esto ha requerido, sin embargo, la combinación del liberalismo con el método democrático”.[3]

Así, las constituciones derivadas de los principios del Estado de Derecho han buscado establecer claramente los límites del poder político con respecto a los derechos y libertades fundamentales a través del establecimiento de una serie de garantías constitucionales, mismas que deberían, al menos garantizar la igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos para formular sus preferencias, manifestar públicamente esas preferencias y recibir por parte del gobierno una igualdad de trato en razón de esas preferencias o a pesar de ellas, conforme lo manifiesta Robert Dahl.[4]

“Para mí estas tres condiciones son fundamentales, aunque quizá no suficientes, a la existencia de la democracia, y para que se den entre el gran número de habitantes de que constan la mayoría de los Estados-naciones actuales, las instituciones sociales de estos países deben garantizar, cuando menos, las ocho cláusulas que se describen en el cuadro 1.1”.[5]

Dahl establece entonces una escala teórica de 8 cláusulas o características institucionales[6] a ser garantizadas y que se engloban en las garantías expresadas más arriba y que podrían servir para contrastar distintos regímenes políticos. De esta forma Dahl establece un concepto operativo de democracia, es decir un concepto claro y mínimo al que acuden gran número de autores y cientistas políticos al momento de medir la democracia en uno o varios países.

Tomando este concepto mínimo analizado podemos establecer grados de democratización de diferentes regímenes y crear un continuo entre democracia o poliarquía y una autocracia o autoritarismo en que la primera esta en un extremo de la línea y la segunda en el extremo contrario.

Así por ejemplo, Karl Loewestein[7] manifiesta que existen dos formas de organización de los regímenes políticos, las autocracias, que son aquellas que concentran el poder en manos de una o pocas personas, no está sujeta a control alguno y no reconocen la soberanía popular; y los regímenes democráticos en donde el poder de distribuye entre varios órganos sujetos a control, reconociéndose la soberanía popular. Dentro de los primeros incluye al “hiperpresidencialismo”, pero ya volveremos sobre ello.

PRESIDENCIALISMO E HIPERPRESIDENCIALISMO

A partir de las ideas analizadas, los países occidentales han adoptado y sostenido la necesidad de establecer una división de poderes en que el poder sea contenido por el poder, evitando la arbitrariedad que provoca la concentración de poderes en un mismo ente.

La forma en que esta separación de poderes se organiza nos permite distinguir entre formas de gobierno presidenciales o parlamentarias, existiendo en la primera una independencia mutua entre el ejecutivo y el legislativo, habiendo una separación absoluta de poderes, mientras que en parlamentarismo esta separación es atenuada.

La conjugación entre Jefe de Estado y de Gobierno y de la Administración Pública en la persona del Presidente de la República es la característica fundamental del presidencialismo, en que a diferencia del régimen parlamentario, la mayoría de procedimientos administrativos y los asuntos estatales se concentran en una sola persona.

Fue Estados Unidos de Norteamérica el primero que, al independizarse de Gran Bretaña, adoptó el sistema presidencialista, cuando en el mundo occidental aún se vivía bajo regímenes monárquicos.

Cuando las colonias latinoamericanas se independizaron de España, adoptaron la forma de organización política de los Estados Unidos, el régimen presidencial, pero con varias modificaciones que fortalecían el poder ejecutivo en perjuicio del legislativo, robusteciendo la figura presidencial mediante la ampliación de poderes por encima de los que posee el Presidente de EE.UU., como por ejemplo la iniciativa de ley en ciertas materias, convocatoria a periodos extraordinarios a la legislatura, urgencia en ciertos proyectos de ley, poder de veto, a las que hay que sumarles las facultades de que dispone en los estados de excepción o emergencia.

Esta forma de presidencialismo ha sido bautizada por algunos autores como “cesarismo representativo”, para los que el régimen…

“… si funciona correctamente, se diferencia de la dictadura, por el hecho de que el poder del jefe de Estado no es ilimitado ni arbitrario, que existe según una regla constitucional preestablecida, que respeta las otras instituciones y garantiza las libertades públicas, que su autoridad política proviene de una elección popular competitiva y es limitada en el tiempo, el cual posee amplios poderes de los cuales sólo responde ante el pueblo que lo eligió, aún cuando comparte el poder del Estado con un parlamento con prerrogativas limitadas, ya que el ejecutivo se convierte en colegislador”.[8]

Sin embargo, cuando se quiebra la independencia de la función judicial y la irrevocabilidad recíproca entre el ejecutivo y el legislativo, produciéndose un desequilibrio tal entre las atribuciones del ejecutivo y del legislativo, que se pueda llegar a una confusión de poderes, el régimen se ubica en una posición cercana a regímenes autocráticos y no duda en exteriorizar medidas autoritarias o despóticas, estamos frente a lo que llama Nogueira “presidencialismo autoritario”[9] y lo que Loewenstein califica como “hiperpresidencialismo”, “neopresidencialismo” o “bonapartismo”[10], que tienen la fachada de reconocer los principios del Estado de Derecho y el respeto a la democracia, pero que concentran el poder en pocas manos y simulan ser una democracia para beneficiarse del prestigio asociado a ésta.

Para que el presidencialismo no vaya hacia su forma hiper es necesario que se cumpla con algunos presupuestos fundamentales, como son el voto popular en elecciones libres y transparentes, instituciones sólidas y autónomas que sean un contrapeso para el Ejecutivo, la garantía de una alternabilidad en el poder.

“Sin que se cumplan esas condiciones, el presidencialismo tiende a transformarse, incluso cuando el Presidente es electo en comicios libres, en una forma autoritaria y personalista de ejercer el poder, y en una fórmula para eliminar o reducir la capacidad de las instituciones para actuar como factores de equilibrio”.[11]

[1] Montesquieu, Charles de Secondat, Del Espíritu de las Leyes, Madrid, Tecnos, 4ª Ed., 1998, pp. 107
[2] Ibídem, pp. 107 - 108
[3] Rodríguez Cepeda, Jesús, Estado de Derecho y Democracia, México, Instituto Federal Electoral,
[4] Dahl, Robert A., La Poliarquia, Madrid, Tecnos, 1989, pp.14
[5] Ibídem
[6] Las 8 cláusulas que describe Dahl son: 1. Libertad de asociación; 2. Libertad de expresión; 3. Libertad de voto; 4. Elegibilidad para el servicio público; 5. Libertad para que los líderes políticos compitan en busca de apoyo; 6. Diversidad de fuentes de información; 7. Elecciones libres e imparciales; 8. Instituciones que garanticen que la política del gobierno dependa de los votos y demás formas de expresar las preferencias.
[7] Loewenstein, Karl, Teoría de la Constitución, Barcelona, Ariel, 1983
[8] Nogueira Alcalá, Humberto, “El Presidencialismo en la práctica política”, Revista Nueva Sociedad No. 77, Santiago de Chile, mayo-junio 1985, pp. 88
[9] Nogueira Alcalá, Humberto, “El Presidencialismo en la práctica política”, Revista Nueva Sociedad No. 77, Santiago de Chile, mayo-junio 1985, pp. 88
[10] Loewenstein, Karl, Teoría de la Constitución, Barcelona, Ariel, 1983
[11] Márquez, Trino, “Presidencialismo, Autoritarismo y Culto a la Personalidad (Hugo Chávez y el Ejercicio del Poder)”, Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, Año/Vol. X, número 002, Caracas, 2004, pp. 58

¡Insolente!

Por: Renato Moreno Echeverría

Como si no fueran suficientes los constantes exabruptos de nuestro Presidente que injuria, denuesta y vitupera a cuantos se le oponen o no acatan su omnímoda voluntad, ahora, el coronel Chávez, con la chabacanería y prepotencia que le caracteriza, se pone a opinar sobre asuntos internos del Ecuador, acusando al alcalde Nebot, de separatista. Por supuesto, nuestro gobernante, “su Muchachito” y la Canciller hacen vergonzoso mutis.

Vaya insolencia! Este militarote, ignorante y atrevido, que ha sumido a Venezuela en la pobreza y violencia, que manda a la m… a los yanquis y a quienes le derrotaron en el referéndum, cumple su papel de bufón farsante vociferando contra “el Imperio”, mientras, muy puntualmente, le vende el petróleo, cuyos fondos los despilfarra a mansalva, mientras su pueblo regatea en el mercado negro el pan de cada día! Bien hicieron las Fuerzas Armadas Bolivianas en mandarlo a callar, como en su momento, el Rey de España puso también en su sitio a este payaso del Socialismo del Siglo XXI, que si hubiera vivido en tiempos del Libertador, no habría llegado ni a Cabo! Mas, “poderoso caballero es don dinero”, este convierte al patán en “estadista”, al cuentero en “Redentor”, a los fundamentalistas en “bolivarianos del Siglo XXI” pero eso sí, vendiendo a los gringos todo el petróleo que requieran para “seguirnos oprimiendo”, ¡que parodia!, Fidel Castro se debe reír a carcajadas de esta “caricatura” de revolucionarios!.

¡Y el gobierno ecuatoriano sumido en el silencio!, ¿Por qué Correa no pone el “Grito en el Cielo” por esta intromisión, así como berrinchó cuando Uribe se deshizo en territorio ecuatoriano del segundo de las FARC?, ambas situaciones son un ultraje a nuestra soberanía. La diferencia está en que la primera dejó al descubierto la complicidad de este gobierno en la permanencia de las fuerzas irregulares a vista y paciencia de todas las autoridades, mientras se llenaban la boca de mentirosa neutralidad “destruyendo” campamentos guerrilleros abandonados. En la segunda, el vergonzoso silencio “siempre es mejor” que correr el riesgo de un distanciamiento con el “Mentor del Muchachito”, no vaya a ser que en poco tiempo más, como van las cosas, nuestro gobernante, haya dilapidado todos los recursos y tenga que limosnearle ayuda económica urgente al “sargentón”.

Para desgracia de Latinoamérica deberemos soportar, por un tiempo más, a estos nuevos capataces de la política, unos, instruidos y carismáticos como nuestro Presidente otros, bozalones e insolentes como Chávez, pero todos cortados con la misma tijera, la nebulosa entelequia del “Socialismo del Siglo XXI”, donde el acaparamiento del poder total se convierte en “razón de Estado”, la intolerancia en dogma, el odio en convivencia, la mentira en verdad absoluta. Ya lo dijo Velasco Ibarra: “¡¿queréis revolución?, hacedla primero dentro de vuestras almas!”, más allá de arlequines y payasos insolentes está la Patria de todos!

jueves, 18 de septiembre de 2008

Hasta Siempre Richard Wright

En una mala semana para las artes en general y para mí en particular, luego de la desaparición de David Foster Wallace, debemos lamentar la muerte, el 15 de septiembre pasado a consecuencia de un cáncer, de Richard Wright, el genial tecladista y fundador, junto con el guitarrista y vocalista Syd Barrett, el bajista Roger Waters y el baterista Nick Mason, de, al igual que los Beatles, uno de mis grupos favoritos de todos los tiempos, Pink Floyd.

Descubrí a Pink Floyd en la adolescencia, cuando un amigo de esa época me prestó (grave error porque nunca se lo devolví), el increíble “The Wall”, disco del que literalmente me enamoré y que no parábamos de escuchar junto con mis buenos amigos Pablito, Dado, Gus y Pablo, convirtiéndonos en verdaderos fanáticos de la banda, lo que nos llevaba a hacernos cómo podíamos de su increíble música, “The Dark Side of the Moon”, “Wish yo Were Here” o “Animals” fueron nuestras siguientes adquisiciones, confirmando que habíamos dado en el clavo en cuanto a gustos musicales. (A lo largo de los años he podido recopilar casi todos los discos de Pink Floyd, e incluso algunos en solitario de Barret, Waters y Gilmour).

Lo lamentable fue que, a lo poco de nuestro magnífico hallazgo, el grupo se disolvió, dejándonos como epílogo el excelente “The Final Cut”, disco donde justamente no aparece Wright porque había abandonado la banda poco después de grabar “The Wall”. Por suerte, luego de terribles batallas legales entre Waters por un lado y David Gilmour (que había reemplazado a Barret), Mason y el propio Wright por el otro, el grupo pudo seguir existiendo, sin la presencia de Waters obviamente, pudiendo brindarnos dos fabulosos discos, “A Momentary Lapse of Reason” y “The Division Bell”, en los que se puede apreciar todo el talento de Gilmour.

Después de las peleas terribles en que se vieron involucrados sus miembros, sobre todo Waters y Gilmour, se veía muy difícil que el grupo se reintegrara, hasta que, 24 años después, el2 de julio de 2005, se volvieron a reunir en el concierto Live 8 en Londres, lo que nos dio esperanzas a todos sus fanáticos de que finalmente se reunieran nuevamente y nos brindaran una gira o un nuevo disco, sueño que ha quedado truncado por la inesperada muerte de Wrigth, cuyos teclados fueron pilar fundamental del particular sonido psicódelico de Pink Floyd, para muestra escuchen “The Piper at the Gates of Dawn”, álbum debut de la banda.

Hasta siempre Richard Wright.

Los nuevos capataces de Latinoamérica

Por: René Moreno Echeverría

Tal parece que el siglo veinte y uno trae nuevos vientos a América Latina. Vientos que, en ciertos casos, comienzan a convertirse en huracanes desaforados que pueden arrasar con la endeble democracia, sumiendo a nuestros pueblos en la oscuridad.

La vieja partidocracia, usufructuaria por décadas, del “poder Constituido”, se ha visto mortalmente golpeada por la irrupción de líderes, generalmente, carismáticos y populistas que, en menos de lo que “canta un gallo”, se han consolidado en el poder, captando para si todas las atribuciones, teniendo como telón de fondo “el socialismo del siglo 21”, “La Patria Bolivariana”, “El gobierno de la revolución Ciudadana”. Etc., etc.

Tal ha sido el impacto, que los partidos tradicionales se han desmoronado, escondiéndose en el miedo a las retaliaciones por su trajinar político culposo. Los medios de comunicación también han sido silenciados y se ha institucionalizado una cultura de odio y revanchismo irreversible en la que nos enfrentamos unos contra otros en una soterrada lucha de clases e intereses.

Estos nuevos líderes, algunos de ellos aparecidos de la nada, como fantasmas, con distintos matices, persiguen un mismo fin, romper lo establecido y proclamar una entelequia que recoge y capitaliza las continuas frustraciones de las clases más desposeídas, el desprestigio de los partidos políticos, la esperanza de cambio; y para ello despliegan todos los medios a su alcance, incluyendo “generosas dádivas”, inagotables promesas, golpes de efecto espectaculares, propaganda atosigante de las bondades del nuevo sistema y una continua exacerbación de pasiones. Sus dogmas condenan la globalización, el libre mercado, el incentivo a la inversión, el desarrollo económico sostenido. Estos atributos de las economías prósperas deben supeditarse al “pago de la deuda social” y esto solo puede conseguirse con un nuevo modelo de Constitución que privilegie “al ser humano”, al ser social y a la naturaleza. Todo esto suena muy bien, especialmente a quienes por décadas han permanecido olvidados de los poderes públicos. La gente de menos recursos, los marginados, los grupos sociales más vulnerables avizoran, entonces, una inmediata redención. Lamentablemente, estos “Redentores”, lo único que buscan es el acaparamiento total del poder. Más allá de las ideologías, promesas y buenas intenciones está una inagotable sed de poder. Eso lo reflejan todos los proyectos de Constitución elaborados con tal fin. El resultado es catastrófico. La nación se enferma de odio y revanchismos. La inversión nacional y extranjera se restringe totalmente. El desempleo campea. Y todas las acciones del gobierno quedan supeditadas a sostenerse a como de lugar. Las consecuencias, previsibles por cierto, son: un empobrecimiento generalizado; una restricción de las libertades individuales y el aislamiento del País del mundo globalizado que hoy se impone.

Otros países, al contrario, han apostado por el desarrollo, por alcanzar niveles altos de competitividad en los mercados internacionales, por un manejo prudente de los recursos, por una apertura hacia la inversión nacional y extrajera, por una democratización de las instituciones del Estado, en fin, por un clima de armonía y reconciliación nacional. Países como Colombia, Chile o Perú, por citar algunos, están insertándose efectivamente en el desarrollo, con crecimientos que van del cinco al siete por ciento anual mientras el Ecuador crece a un ritmo de menos del dos por ciento, que nos hace cada vez más pobres.

Seguramente, durante varios años, algunas naciones de Latinoamérica deberán soportar el embate de estas “corrientes ideológicas”, donde los nuevos capataces de la “democracia”, harán de las suyas, hasta que la fuerza de las circunstancias o la furia popular les obligue a tocar retirada, luego de desbastar la economía y la esperanza. “Los pueblos tienen el gobierno que se merecen”, ¿Por qué entonces, el pueblo ecuatoriano, noble , valiente, sacrificado y trabajador no tiene, desde hace mucho tiempo, un gobierno acorde con sus virtudes?

lunes, 15 de septiembre de 2008

Adiós David Foster Wallace




No fue hace mucho que descubrí a este escritor norteamericano gracias a mi buen amigo Pancho (que siempre está al día en temas literarios), quien, como es tradición entre nosotros, me regaló un libro en uno de mis cumpleaños, una antología de cuentos de autores norteamericanos denominada “Generación Quemada”, recopilada por Zadie Smith, llamada así justamente por un perturbador cuento homónimo de Wallace incluido en ella.

Pese a lo sobrecogedor del relato, o tal vez justamente por eso, el autor me atrapó, y más adelante leí “La niña del pelo raro” y “Extinción”, ambos de relatos, contados con ese particular estilo entre inquietante, triste y adictivo que mantiene en todas sus obras y que siempre te deja con ganas de leer más de él. Lamentablemente, como todos saben, en Ecuador es difícil conseguir libros que no sean bestsellers o de autores súper conocidos y aún no he podido leer “La broma infinita”, la mejor de sus obras de acuerdo a la crítica especializada.

Hoy en la mañana me encontré con un lacónico mensaje, justamente de mi amigo Pancho, en donde me ponía “lee esto” y me copiaba una dirección web que me sorprendió amargamente con el Obituario escrito por Eduardo Lago de El País de España para David Foster Wallace, que se había suicidado el pasado 12 de septiembre. La noticia realmente me golpeó. Era un escritor excelente y todos sus seguidores sabíamos que lo mejor de su obra estaba por venir. No saciaremos ya nuestra sed de obras nuevas de este autor. Ojalá que ahora que ha muerto, nuestras librerías traigan la totalidad de su obra, la que les recomiendo en un 100%.

No puedo decir ya más de un autor sobre el que tanto se ha escrito. Sólo espero que ahora que ha muerto encuentre la paz que nunca tuvo en vida.

A continuación reproduzco el Obituario de El País:




"OBITUARIO

David Foster Wallace, el mejor cronista del malestar de EE UU

El escritor, que ya había hablado de sus tendencias suicidas, se quitó la vida

David Foster Wallace, de 46 años de edad, el mejor cronista del malestar de la sociedad norteamericana en la época a caballo entre los siglos XX y XXI, apareció ahorcado en su domicilio de Claremont, California, el viernes, 12 de septiembre, por la noche. El cuerpo fue descubierto por la esposa del escritor, Karen Green, que inmediatamente se puso en contacto con la Policía Local. La noticia se hizo pública 24 horas después, y ha causado una fuerte conmoción en la comunidad literaria estadounidense, que se debate entre la consternación y la incredulidad.

Una de las notas más persistentes entre quienes escuchaban la noticia por primera vez fue el recuerdo de que hace unos años, el propio escritor pidió que lo internaran en una unidad de vigilancia hospitalaria pues no se sentía capaz de controlar su pulsión suicida. Foster Wallace era un personaje muy querido tanto por sus estudiantes y colegas de la Universidad de Pomona, donde impartía clases de escritura creativa, como por sus compañeros de oficio. Tal vez uno de los rasgos más llamativos de su personalidad fuera el contraste entre el afecto que inspiraba en cuantos trataban con él y su marcada propensión a sumergirse en estados de ánimo sumamente sombríos.

Nació en Ítaca, en el Estado de Nueva York, en 1962, hijo de profesores universitarios, su padre de filosofía y su madre de literatura. Sus primeros libros La escoba del sistema (1987) y La niña del pelo raro (1989), escritos cuando tenía veintitantos años, llamaron la atención por la fuerza incendiaria del lenguaje y la radicalidad de sus planteamientos literarios.

El interés se elevó a asombro con la aparición en 1996 de la monumental La broma infinita, edificio narrativo de más de mil páginas, que contaba con un complejo aparato de varios centenares de notas, muchas de considerable extensión. La novela adquirió el estatus contradictorio de ser considerada una obra de culto, pese a que gozó de una extraordinaria difusión. El consenso, sobre todo entre los escritores, es que se trataba de la novela más audaz e innovadora escrita en Estados Unidos en la década final del siglo XX.

A los críticos les resultaba difícil encasillar a un autor como David Foster Wallace, pues se salía de los límites de lo estrictamente literario. Su estética remitía a referentes tan dispares como la obra del cineasta David Lynch (Wallace escribió una crónica memorable sobre el rodaje de Lost Highway) o los comentarios de alguien tan improbable como el célebre icono de la televisión estadounidense David Letterman.

Punta de lanza de una generación literaria que incluye nombres como William T. Vollman, Richard Powers, A. M. Homes, Jonathan Franzen o Mark Layner, una generación convencida de que la circunstancia vital de nuestro tiempo no se puede explorar desde la estética periclitada del realismo, la obra de Foster Wallace supone una forma radicalmente nueva de entender la literatura.

Sus estructuras narrativas son consecuencia directa de la sensibilidad de nuestra era; reventando los códigos estéticos de las generaciones precedentes, su prosa tentacular mimetiza los sistemas del paradigma cultural en que vivimos: el vértigo de las comunicaciones, el exceso de información, la influencia de las grandes corporaciones financieras, los iconos de la cultura pop, la industria del entretenimiento, el cine, el deporte y la música, la amenaza omnipresente del terrorismo.

Publicada cuando el autor contaba 33 años de edad y ambientada en EE UU en torno al año 2025, La broma infinita propicia el entrecruzamiento de una portentosa diversidad de registros: de la trigonometría al tenis, pasando por las drogas, la estética grunge, la filosofía, y el cine. Por medio de un lenguaje en estado permanente de incandescencia, la novela lleva a cabo una sátira despiadada de nuestro tiempo, a la vez que un conmovedor escrutinio de la soledad del individuo.

Tuve ocasión de entrevistar a David Foster Wallace para EL PAÍS en dos ocasiones. Hablando de su magnum opus, el escritor se lamentó de que a casi todo el mundo se le hubieran escapado los aspectos más sombríos de la novela, que consideraba una obra cargada de matices trágicos: "Desde un punto de vista materialista", declaró entonces el autor, "los Estados Unidos son un buen lugar para vivir. La economía es muy potente, y el país nada en la abundancia. Y sin embargo, a pesar de todo eso, entre la gente de mi edad, incluso los que pertenecemos a una clase acomodada que no ha sido víctima de ningún tipo de discriminación, hay una sensación de malestar, una tristeza y una desconexión muy profundas. Sobre nosotros sigue pesando la sombra de episodios históricos recientes, como Vietnam o el Watergate y ahora, el desastre que se avecina con la matanza que está a punto de comenzar en Irak". Señalando otro de los aspectos fundamentales del libro, añadió: "Otro tema central de la novela es el fenómeno de la adicción como síntoma del malestar de la sociedad capitalista: desde las drogas hasta otras formas más genéricas de adicción".

Con posterioridad a La broma infinita, Wallace publicó colecciones de cuentos y ensayos, entre los que destacan Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer (1997), Breves entrevistas con hombres repulsivos (1999), Historia abreviada del infinito (2003), Olvido (2004) y Hablemos de langostas (2005). David Foster Wallace ejerció una influencia considerable entre los jóvenes novelistas de su país, así como entre los europeos. Su obra ha sido traducida ejemplarmente en nuestro país por el novelista Javier Calvo.

Una de las intuiciones más llamativas de Wallace es su lúcida valoración del papel que le corresponde a la televisión que, tras superar un estado infantil, consideraba que estaba llamado a ser uno de los repositorios de las formas narrativas del futuro. "Nuestra relación con la realidad está violentamente mediatizada por el impacto de los medios visuales y la tecnología, sobre todo la televisión. Creo que la literatura seria mantiene una relación sumamente compleja y ambivalente con la industria del entretenimiento en general".

En este sentido, el novelista estadounidense tenía ciertas reservas acerca de la omnipotencia de Internet: "No nos engañemos: la Red no es más que una avalancha de información, un laissez faire salvaje, sin estándares éticos. Se acosa al consumidor con un aluvión de ofertas seductoras, sin ayudarle a discernir a la hora de elegir. La explosión punto.com es la destilación de la ética capitalista en estado químicamente puro".

Campeón del experimentalismo, siempre tuvo claro que no podía quedarse en un mero juego de artificio realizado en el vacío: "Lo esencial es la emoción. La escritura tiene que estar viva, y aunque no sé cómo explicarlo, se trata de algo muy sencillo: desde los griegos, la buena literatura te hace sentir un nudo en la boca del estómago. Lo demás no sirve para nada".

La inesperada desaparición del escritor en plena posesión de su talento ha causado una profunda desazón entre sus seguidores: éramos muchos los que estábamos convencidos de que lo mejor de David Foster Wallace estaba aún por llegar"*.



"Eduardo Lago, director del Instituto Cervantes de Nueva York, ganó el Premio Nadal 2006 con su primera novela, Llámame Brooklyn. Su próximo libro, Ladrón de mapas (Destino) saldrá en octubre".**

*Eduardo Lago
**Tomado de El País, 15 – 09 – 08

martes, 9 de septiembre de 2008

Gracias Campeón

Por: Renato Moreno Echeverría

De cuando en cuando, aparecen sobre la faz de la tierra, seres humanos, cuya vida y trayectoria les convierte en paradigmas de la sociedad. Este pequeño gran hombre, surgido de las entrañas del pueblo, que aprendió desde niño a luchar denodadamente por sobrevivir, que vendió periódicos en las calles cuencanas, como miles de niños pobres trabajadores que abundan en los países del tercer mundo, durante veinte años de inclaudicable lucha nos ha llenado de gloria, pero sobre todo, nos ha trazado la ruta para que las generaciones presentes y futuras de ecuatorianos, transitemos hacia el nuevo País, donde el esfuerzo, la perseverancia y el honor sean los puntales del desarrollo.

Con la sabiduría propia de las almas grandes, con la inmaculada sinceridad de un corazón impoluto, con la autoridad moral que le da su vida ejemplar, nos dice: “Mi carrera como “marchista” ha sido financiada con trece millones de voces ecuatorianas que me han alentado”; “las medallas y preseas no son más que oropeles, lo que cuenta es nuestra decisión de vencer”, “yo amo a mi País, creo en su gente y estoy presto a ofrendar mi vida por mi Patria”.

Si los ecuatorianos nos contagiáramos de ese mágico fervor, si durante veinte años de nuestra vida, diésemos todo de nosotros, si siendo pequeños de estatura física, nuestra estatura moral creciera todos los días, si nuestros gobernantes, mas allá del baratijo de ofertas, de la demagogia rampante, de la inagotable sed de poder, fueran simplemente honestos consigo mismo y con el pueblo, estoy seguro que en el concierto mundial, tendríamos la medalla de oro a la dignidad y respeto, al bienestar y a la prosperidad!

En esta lucha titánica, Nuestro Campeón lo ha dejado todo: su salud; su familia; su comodidad; sus afectos. Porque su misión es remover nuestra conciencia, devolvernos la fe y hacernos avizorar un futuro prometedor.

Más allá de la pequeñez de espíritu de gobernantes mezquinos, que se sienten aludidos por alguna declaración de Jefferson y que en represalia, a su retorno al Ecuador, se esconden en el silencio para no tributarle el merecido reconocimiento, esta la gratitud de un pueblo que reconoce en él a su auténtico líder. ¡Ese pequeño “David” que, compitiendo a la par con un gigante ruso de dos metros, llega a la meta y nos llena de gloria, nos trasmite el verdadero mensaje que rompe esquemas y disfraces: “veinte años de lucha y trabajo, toda una vida de amor a su Patria”. En este caso, “el silencio del Poder”, lo honra doblemente.

Estoy seguro que la nueva etapa de Jefferson será pletórica de éxitos y triunfo, su vigorosa palabra, su honestidad meridiana, su fe en el Ecuador, le han convertido en un referente indispensable de honor y pulcritud. ¡Él es el prototipo de ecuatoriano que deberíamos ser todos! Posiblemente, dentro de veinte años, nadie se acordará de este Gobierno, pero este “Pequeño Titán” será el faro rutilante que ilumine el destino exitoso de otros deportistas, será la nueva ruta hacia el futuro de la juventud, Para ello, solo hace falta imitarlo, ¡empecemos ya!.

¡Gracias Campeón!

viernes, 5 de septiembre de 2008

Carta a Benjamín Carrión

Razones para votar NO en el próximo referéndum abundan, una importante, el afán de consagrar con la nueva carta política un proyecto estatizante y autoritario del que, más grave aún, un abusivo y prepotente será su mandamás.

Este estatismo a ultranza no ha reparado en nada y quiere poner todas las entidades autónomas bajo el control de su Majestad, motivos más que suficientes para votar en contra de este absurdo proyecto de Constitución.

Al respecto, en días pasados Pepé Carrión, la hija de Benjamín Carrión, el ilustre escritor y promotor cultural ecuatoriano y fundador de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, le escribió a su padre una sentida carta expresándole su preocupación por el futuro de la Casa de la Cultura que con tanto esfuerzo creó y cuya autonomía, de aprobarse el proyecto de Constitución correista, se perderá, pasando a ser una dependencia del Ministerio de Cultura. Justa preocupación porque ya todos sabemos que es lo que pasa cuando una entidad pasa al control de un Ministerio, que será, además, una Secretaria del gobierno de la “revolución ciudadana”, ¡que horror!.

Reproduzco la carta que fue publicada en El Comercio el jueves 28 de agosto de 2008:

CARTA A BENJAMÍN CARRIÓN

Villajuárez, agosto 26,2008

Querido papá:

La primera carta que te escribí fue el 3 de febrero de este año. Estaba muy optimista respecto al futuro de tu Casa de la Cultu­ra, una Casa que ya cumplió 65 años de su fundación. Yo te de­cía que estaba muy tranquila con este Gobierno socialista, con un Ministro de Cultura lojano y Mora como tú. Parecía que todo dependía de la Asamblea para que la autonomía no le fuera retirada. Fui personalmente al núcleo de la Casa de la Cultu­ra del Carchi para tomar la palabra y dirigirme a la mesa corres­pondiente a los asuntos cultura­les, todo parecía perfecto; fui bien recibida y aplaudida, lue­go fui a Montecristi y hablé ante Alberto Acosta, entonces presi­dente de la Asamblea.

Todo marchaba a la perfección, tu Casa se salvaba y yo creí que no le quitarían su autonomía y li­bertad. Pasó altiva los dos deba­tes de ley, entonces vino lo ines­perado: entre gallos y medianoche nombraron una subcomi­sión y esta bendita "subcomi­sión" le retiró la autonomía. El Presidente de 'esa Asamblea' que trata de quitarle la autonomía a la Casa es nada menos que un nieto de tu gran amigo Carlos Cueva Tamariz; es más este nieto de tu amigo te cita frecuentemente, como lo hacen muchos miembros de este Go­bierno. Ahora ya no será Casa, va a ser un departamento del Ministerio de Cultura, ni siquiera 'Propiedad Horizontal' sino vertical, es decir con dirección de arriba para abajo.

Después de la derrota del 41, tú soñaste con una patria pequeña y una gran cultura. Tu máxima obra fue la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Los ecuatorianos no podemos olvidar aquel 9 de agosto de 1944 cuando el presidente Velasco lbarra y su ministro de Educación Alfredo Vera firmaron el decreto creando esta gran institución.

Tú creaste una gran Casa con autonomía y libertad, que acogió a lo mejor de la intelectuali­dad ecuatoriana. Después de tu partida, el Congreso la honró con tu nombre, ahora se llama Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión. Tú no creas­te una dependencia de ningún Ministerio, el 'departamentito' en la que la quieren convertir; no debería llevar tu nombre. Tú soñaste siempre en grande. Tu máxima obra fue esta Casa.

Espero volverte a escribir con mejores noticias.

Tu hija, Pepe”

jueves, 4 de septiembre de 2008

En memoria de Jorge Untuña

El día de hoy salí de una reunión en la FLACSO y, como hago usualmente, baje a la librería de dicha institución a inquirirle al buen Jorge Untuña sobre las últimas novedades bibliográficas que hubieran llegado.

Terrible y amarga sorpresa me llevé cuando en la pared externa de la librería me encuentro con una placa “en memoria” de Jorge. Conmocionado, sin querer creer en lo que había leído, ingresé y en el escritorio que ocupaba Jorge me encontré con una chica cuyo nombre no pregunté, quien, con mucha congoja, me contó que Jorge falleció en un espantoso accidente de tránsito junto con su esposa Eva y su pequeña hijita Valentina, ocasionado (¿cuándo no?), por un bus. Me quedé atónito, sin saber que decir o como actuar. Sólo hacía pocas semanas lo había visto cuando fui a preguntar por un libro, el que no lo tenían, pero que se ofreció a ayudarme a conseguir cuando volviera de sus vacaciones.

Con Jorge no podría decir que éramos amigos, pero el hombre me simpatizaba y habíamos hecho buenas migas. Realmente mi trato con él se limitaba a las frecuentes visitas que yo hacía a la librería, donde siempre lo encontraba con una franca sonrisa y dispuesto a ayudar, incluso plateándome formas de pago más cómodas a fin de que yo pudiera hacerme de los libros que había escogido. Ahí, mientras yo miraba libros, me contó que también había estudiado Leyes como yo y que asimismo, estaba pensando seguir el posgrado de Ciencia Política en la FLACSO. Sueños que terminaron, como tantos otros, en las sangrientas carreteras de este país que él quería ayudar a sacar adelante.

Sé que Jorge era una buena persona, trabajadora y de buena voluntad y así lo recordaré siempre. Paz en su tumba, la de Eva y Valentina y consuelo y resignación a su familia.

Hasta siempre buen Jorge.